"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
Un héroe de(l) cuidado
Por Luis Cayo Pérez Bueno, Presidente del CERMI
04/12/2015
Las palabras héroe y heroísmo -y más el concepto que anida en ellas, lo que estas representan- nos infunden miedo, o al menos prevención. Marcamos distancias con algo que entendemos nos supera, lo motejamos de antiguo y desfasado, algo que no va con los tiempos. En una época exenta de épica y casi de lírica, consideramos como un alarde, como un exceso impropio cualquier acto rayano en lo heroico. Como nos sabemos negados para cualquier conato de heroísmo, preferimos que estos no se produzcan, en nadie, pues nos dejan en evidencia lamentable.
Pero la molicie moral imperante que rehusa el heroísmo se ve asaltada de cuando en vez por conductas que desbaratan todo ese tinglado acomodaticio. Si no hay héroes, de una sola pieza y todo el tiempo, sí hay actos heroicos, personas que actúen en trances vitales más allá de todo interés o cálculo individuales, que saben casi corporalmente que la suerte de sus semejantes es también, es más que la suya y que en una comunidad de iguales, la que le pasa a alguien nos pasa a todos, que las interpelaciones -y más las apremientes- precisan de respuesta, nos enseñan de golpe que responsable es ni más ni menos que el que responde.
Este es el caso de Hugo Daniel López, reconocido por "La Razón" con uno de los premios Ussía. Un ciudadano paraguayo, avecindado en España por motivos económicos, que venía asistiendo, cuidando con todas sus letras, a Trifón Abad Martínez, una persona mayor, nonagenaria, española, que precisaba apoyos intensos para su vida diaria y su autonomía personal. Un incendio, un fuego enemigo, un día aciago, puso en grave peligro la casa que compartían cuidador y cuidado; no sola la vivienda, sino también la vida de ambos, y el más joven, Hugo Daniel, en un arranque de generosidad extrema -algunos mezquinos dirían de temeridad-, antepuso la salvación de Trifón a su propia integridad, a su continuidad vital. Y vaya si lo salvó, a costa de entregar su cuerpo y sus funcionalidades a las llamas más pavorosas, de las que se libró casi de milagro no sin pagar a cambio un tributo de quemaduras y calcinaciones, que ya no lo abandonarán.
Hugo Daniel, tras meses de convalecencia, se repone, con lentitud y cuidados -ahora el asistido es él- recobra una vida de progresiva normalidad, mejor, una vida en la que tendrá que inventar una nueva normalidad. Las circunstancias lo colocaron en un trance decisivo, y con nobleza estuvo a la altura de los más desprendidos designios. ¿Qué comunidad de afectos, qué intensidad de vínculos, qué relación que no agotan todas las variantes de la palabra amistad, se forjó entre ellos, Hugo y Trifón, cuidador y cuidado, para que acaso sin ser conscientes se supieran mutuamente responsables uno del otro, el otro del uno? No dependencia, sino interdependencia, es la lección candente que hoy nos enseñan a quienes pensábamos que corren malos tiempos para el heroísmo. Una legión de héroes discretos, silentes, que se pagan entre sí con cariño y respeto, despliegan sus gestas anónimas, sin aplausos, en las intimidades recónditas de nuestros hogares, entre la sala de estar y la alcoba. Como Hugo y Trifón, aún hay héroes de(l) cuidado, y nadie entona su merecido cantar de gesta.